Por Javier Rodríguez Pardo
Aldea Epulef es un minúsculo paraje de ciento cincuenta habitantes al oeste de la provincia del Chubut, en la comarca de la meseta central, departamento Languiñeo, voz mapuche que alude a “muchos muertos”, en referencia a un cruento combate entre tehuelches y mapuches. El lugar, de setenta mil hectáreas, nació como reserva indígena en 1919 y más tarde, en 1982 se crea la comuna rural de Aldea Epulef. Fuimos hasta allí con los compañeros de la Asamblea de Vecinos de Esquel No a la Mina, por decisión de sus habitantes, una comunidad alarmada por cateos mineros de oro y plata y la eventual explotación de los yacimientos de uranio de Cerro Solo. El poblado se halla a setecientos metros de altura, casi tapado por la nieve que habrá de conservarse intacta buena parte del invierno.
Allí exhibimos dos películas documentales sobre la explotación minera; una de ellas, Valle Nuclear, presenta el cuadro desolador y de abandono de la explotación uranífera de la mina Don Otto en los valles calchaquíes salteños del noroeste argentino y sirvió de referencia para explicar la situación en la que también se hallan los yacimientos no remediados de Los Adobes, en Paso de Indios, centro de Chubut. El viento austral nos trajo el recuerdo de las partículas contaminadas con el gas radón que es capaz de transportar la radiación mil kilómetros a tan solo dieciséis kilómetros por hora. Son muchas las localidades en inmediaciones de yacimientos mineros en la meseta chubutense que se hallan en estado de alerta, convocadas por invisibles tambores de resistencia contra la contaminación y la destrucción de economías y culturas ancestrales.
Son parajes diseminados interrelacionados en franca rebelión. El esplendor del oro no sirve para convencer a estos pueblos originarios incapaces de canjear su territorio por promesas de empleo o jardines flotantes. Son insignificantes los 40 kilómetros que separan a la aldea de una de las mayores cuencas de uranio del país. El subsuelo subastado entre las corporaciones del sector se ha generalizado de tal forma que la bastedad de los yacimientos de uranio, desde el norte de la provincia de Chubut hasta el centro de la contigua Santa Cruz, comprende una virtual guerra mercantil entre mineras que tironean por anomalías prospectadas hace tiempo por la Comisión Nacional de Energía Atómica.
La CNEA balconea el despojo y participa impotente de un uranio del que ya siente nostalgia. Más hacia el este, emerge el proyecto de plata y plomo Navidad, uno de los más fastuosos de Sudamérica en manos de transnacionales canadienses. Al sur del Chubut, en Aldea Beleiro, límite con Chile, numerosos ganaderos, alistados para resistir al invasor minero, advierten angustiados cómo el gobierno del Chubut se apresta a legislar una zonificación que posibilite áreas liberadas para el saqueo de minerales irrepetibles. Con el uranio se llevarán el valioso renio que abunda en un orden entre diez y veinte partes por millón en la roca, en tanto el geólogo se apura a confirmarme que en suelo norteamericano apenas aparece entre una y dos partes por millón.
La Patagonia está destinada a emular la epopeya de Esquel que rechazó la expoliación de la minera canadiense Meridian Gold, una gesta popular de las muchas por librarse.
Javier Rodríguez Pardo, Aldea Epulef, Chubut, Agosto de 2008.
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